ELREDO DE RIEVAL

-En el IX Centenario de su nacimiento-


 
Louis Bouyer[1] dibuja así el perfil humano y espiritual del monje Elredo: “En Elredo vemos florecer verdaderamente el humanismo de Císter, con los rasgos que lo caracterizan. Humanista debido a su interés por todo aquello que es humano, por los detalles psicológicos, por su atención a los matices más delicados de los sentimientos o, sencillamente, por la importancia que atribuye a los afectos humanos. También en el sentido doctrinal: su obra es, por encima de todo, la de un moralista, que observa y analiza los movimientos del corazón. Para él el ideal monástico y cristiano se expresa en la construcción de la personalidad. La vida social ocupa, seguramente, el mismo espacio que la vida interior”.[2]
Estas palabras nos sirven de introducción para reflexionar, a través de estas líneas, sobre la vida y la obra de S. Elredo de Rieval, del que celebramos el IX Centenario de su nacimiento.

VIDA
Elredo nació en Hexham, en el año 1110, de una familia sacerdotal de cultura sajona y celta. Pasó su primera juventud, de los 14 a los 24 años, en la corte del rey David de Escocia, en un ambiente abierto a las influencias normandas. Allí tuvo por compañeros a los hijos del rey. La entrada de uno de ellos en los canónigos regulares impactó profundamente el ánimo de Elredo. El ambiente y el carácter sociable de Elredo le condujo a una vida mundana durante este período. En la obra que destina a su hermana reclusa recuerda qué preocupada estaba ella por la vida tan ligera que él llevaba: “Recuerda, si no te repugna, aquellas mis torpezas por las que te angustiabas y me reprendías”.[3]
A la edad de 24 años, cuando ostentaba un cargo envidiable de mayordomo de la casa y responsable de la mesa real, Elredo pasó una dolorosa crisis espiritual y decidió entrar en la abadía cisterciense de Rievaulx (Rieval) en el condado de Yorshire, que acababa de ser fundada en 1132 por monjes cistercienses mandados por San Bernardo, a cuyo frente estaba como abad su mismo secretario, Godofredo de Auxerre.
En 1142 recibió el cargo de maestro de novicios, y luego en 1143 fue nombrado abad de la nueva fundación de Rieval, San Lorenzo de Revesby, cerca de Lincoln, para ser elegido después, en 1147, como abad de Rieval, donde ejerció este servicio hasta su muerte en 1167.
La comunidad de Rieval era compleja por su constante crecimiento, pues llegó a contar con 140 monjes y 500 conversos. Rieval hizo cinco nuevas fundaciones de las que Elredo, como abad de la casa madre, también tiene que cuidar.
Los diez últimos años de su vida, Elredo estuvo probado por la enfermedad, especialmente por la artritis. Retirado en una cabaña que hizo construir, recibía cada día a los monjes en grupos de veinte o treinta hermanos, con los que conversaba sobre las Escrituras o las observancias de la Orden. Buena constancia de ello nos ha quedado en sus tratados El Espejo de la Caridad y La Amistad Espiritual. De este modo, el Abad continuaba su función como pastor y maestro. Su principal tarea fue la de educar a los monjes desde su propia experiencia. Y lo hace con sus dos grandes dotes: el diálogo y la pluma.
Para finalizar estas pequeñas pinceladas sobre su vida, no podemos dejar de mencionar su finura de carácter, su extraordinaria madurez y hondura de alma, de sentimientos y de pensamientos, que se transparentan principalmente en el tratado de La amistad espiritual, que bien puede ser considerado como una suma de experiencias vitales de la vida humana. Esta madurez de vida, junto con una gran capacidad de observación, le darán un profundo conocimiento de los hombres, de sus problemas, de sus debilidades, de sus grandes posibilidades, hasta hacer de él un gran psicólogo y maestro de hombres.
OBRA

Un primer bloque de escritos de Elredo tienen un carácter claramente histórico, que muestran manifiestamente su interés por la historia y hagiografía nacionales. Así, encontramos las siguientes obras: De bello Standardii; Genealogia regum Anglorum; Vita sancti Edwardi, regis et confessoris; Vita sancti Niniani; Vitae antiquae Sanctorum Scotiae; De sanctimoniali de Watton; Historiae anglicanae scriptores; De fundatione monasteriorum Sanctae Mariae Eboracensis et de Fontibus; De sanctis ecclesiae Haugustaldensis
Entre los textos de carácter teológico y espiritual, hemos de destacar los tres tratados mayores: El Espejo de la caridad (De Speculo caritatis), La amistad espiritual (De spiritali amicitia) y La Vida reclusa (De institutione inclusarum). Las dos primeras obras se complementan, en cuanto que la primera trata del amor como virtud teologal, es decir, en relación a Dios, y la segunda del amor humano, que Elredo concreta en la amistad como camino de acceso al amor teologal. A estos tratados mayores hemos de añadir la preciosa meditación Cuando Jesús tenía doce años (De Jesu puero duodeno) y la admirable Oración pastoral (Oratio pastoralis). A estas obras seguirán numerosos sermones litúrgicos predicados a su comunidad de Rieval. En cuanto al tratado Sobre el alma (De anima), compuesto al final de su vida, no lo pudo terminar.[4]

LA AMISTAD ESPIRITUAL

La doctrina del monje rievaliense, tiene tres efectos principales: unificar interiormente a la persona (la codicia hace que el hombre se desparrame en muchos bienes), abre a la verdadera amistad sobrenatural (que incluye el amor a los enemigos), y conduce al amor de caridad para con Dios. Además, siguiendo a san Agustín, señala que la ordenación del amor, que conlleva la ordenación ascética de los afectos conduce al auténtico goce (fruición), que coincide con la felicidad a la que tiende lo más profundo del corazón.
Quien quiere dar amor, quien quiere vivir en amistad, debe a su vez recibirlo como don. Solo Jesucristo, de cuyo corazón traspasado brota el amor de Dios, puede otorgarnos este don[5]. Como “medida”, Cristo es fuente del amor humano; pero como “amigo” es también el último horizonte. Con esta intuición se cierra el Espejo de la Caridad, obra en la que nos da unas someras precisiones sobre el “modo” como pueden disfrutar mutuamente dos personas unidas por el vínculo de una común amistad. Éste era el vínculo en que se apoyaba la relación de Pablo con Filemón[6] y, sobre todo, la de Jesús con Juan[7]. Así, el hombre queda unificado por la gracia de una relación privilegiada con Cristo, el Amigo por excelencia, y en Él podrá establecer las relaciones interpersonales con quienes se sienten llamados a vivir en esta misma amistad[8].
La amistad espiritual, obra considerada como la continuación de El Espejo de la Caridad, se compone de un prólogo y de tres grandes diálogos, todo ello envuelto en un claro Cristocentrismo. San Elredo centra todo el tratado en la siguiente síntesis: la amistad cristiana nace en Cristo, se desarrolla en Cristo y se perfecciona en Cristo. Sin Cristo no puede haber una verdadera amistad. La virtud de la caridad nos llevará a amar a quienes nos proporcionan un continuo sufrimiento, aunque no les podamos admitir en la intimidad de nuestra amistad. ¿Por qué?, porque en la amistad solo cabe lo recto y verdadero; en ella, los amigos se hacen un solo corazón y una sola alma en Cristo. Así, solo la amistad espiritual es auténtica, porque tiene en el centro al mismo Señor, que no ha venido a llamarnos “siervos”, sino “amigos”[9].
Dentro de esta perspectiva podemos incluir la dirección espiritual en la tradición monástica, por la que al “anciano espiritual” puede añadírsele el calificativo de “amigo”, tal y como lo ha venido concibiendo Elredo en este tratado sobre la amistad. El maestro de espíritu sería, de este modo, un anciano experimentado que actúa como un padre prudente, como un amigo auténtico[10].
Concluyamos con unas palabras de Benedicto XVI en su Encíclica sobre el amor humano, Deus Caritas est, y que muy bien podemos aplicar a San Elredo: “en los Santos es evidente que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos. Y en nadie lo vemos mejor que en María, Madre de Dios”.

Sor Eugenia Pablo
Monasterio Cisterciense de San Benito, Talavera de la Reina



[1] Louis Bouyer es un teólogo católico nacido en París el 17 de febrero de 1913, falleciendo en la misma ciudad el 22 de octubre de 2004.
[2]  Cfr. Bouyer, L., La spiritualità cisterciense, Jaca Book, Milán 1994, pp. 85-86.
[3] SAN ELREDO, Vida Reclusa III, 32. 156 En la edición de Padres Cistercienses, Buenos Aires 1980.
[4] Cfr. GALLEGO, T., Elredo de Rieval, Sermones Litúrgicos. Presentación, Ed. Monte Carmelo, Burgos 2008.
[5] Cfr. BENEDICTO XVI, Deus caritas est, Ed. Palabra, Madrid 2006.
[6] Flm 20
[7] Jn 13,23-25
[8] Cfr. BURTON, Pierre-André, Elredo de Rieval, El Espejo de la Caridad, Estudio Introductorio, Ed. Monte Carmelo, Burgos 2001.
[9] Cfr. Jn 15,9-17
[10] Cfr. ARANGUREN, Ignacio, El tratado de la amistad espiritual de San Elredo, Cistercium  nº 101, Santa María de Huerta 1967.